domingo, septiembre 17, 2006

Brahms y la dialéctica musical.


La rueda, que ha estado detenida en el período estival, echa de nuevo a rodar con una integral del ciclo sinfónico de Johannes Brahms.
Personalmente, tardé en descubrir este fecundo legado, seguramente porque, seducido por la exaltación, por la desmesura de la extroversión musical, tardé en poder deleitarme con la escucha más serena del sublime arte brahmsiano.
Su reconcentrada perfección, su complejo entramado, me impidieron a la primera y a la segunda tentativa ver el hermoso bosque que ocultaba el intrincado ramaje del árbol.
Encontré en Brahms un placer sensorial menos inmediato que al que estaba acostumbrado, más reflexivo y severo, y comencé mi particular idilio con su música.

No pretendo incidir en el tema de su conservadurismo o progresismo pero, desde mi punto de vista, existen a este respecto dos cuestiones previas a considerar, que atañen al hombre y al músico, y que acaso sean, en el fondo, la misma cuestión.

Por los detalles biográficos disponibles puede deducirse que el “hombre” Brahms difícilmente podría ser el protagonista de su música, al menos no de forma evidente.
Es decir, su música nunca podría ser un altavoz de su espíritu -mucho menos del de su pueblo o su época, sino más bien un catalizador de su experiencia vital.
Y, como músico, supongo que esto se traslada en la segunda cuestión. Difícilmente Brahms aceptaría cualquier atentado a la coherencia, a la perfección de la estructura musical.

El hacer de Brahms es una introversión, un mirar hacia dentro, y su “hacia dentro” son en realidad dos miradas, la que escruta el interior del hombre y la que integra ese abismo dentro de la forma musical, una forma cuya coherencia no debe ser profanada por los excesos del incontinente sentir humano.
Tesis y antítesis para construir la síntesis en la que consiste, en definitiva, la unidad musical.
Esta es la rigurosa dialéctica sobre la que, el interesado, debe medir las audacias del lenguaje del hamburgués.



Pero ninguna consideración de este tipo es necesaria para disfrutar de las sinfonías que aquí les dejo, seleccionadas, previo acuerdo en las páginas de Foroclásico, bajo el nexo común de la Orquesta Philharmonia, protagonista de todos los registros.

De la fantástica agrupación poco hay que decir, su británico toque “dry” casa muy bien con el Brahms que describimos, y las grabaciones se concentran en un período de diez años, de 1.952 a 1.962, fragmento temporal en el que los británicos concertaron bajo la batuta de los más destacados directores de su tiempo, y pasaron de las órdenes de Herbert von Karajan a las de Otto Klemperer.


Primera Sinfonía.

Para empezar, una muestra de los célebres conciertos que Toscanini realizó en 1.952 en Londres, con íntegro programa Brahms.

Impresionante la energía e intensidad de la lectura del octogenario “maestríssimo” en la sinfonía más arrebatada del hamburgués, la que quizá nos muestra con más desnudez el espíritu romántico y su lucha, las luces y las sombras que ya tienden a envolverse sobre los mantos a contraluz más propios del lenguaje del compositor de Hamburgo.
Como curiosidad, les cuento que entre los atriles se halla presente Neville Marriner, situado en el grupo de segundos violines.

Con su habitual nervio y medida, es en el último y beethoveniano movimiento donde el “maestríssimo” se toma más libertades –pifias incluidas- para dejarnos una interpretación vital y avasalladora.

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Segunda Sinfonía

Esta segunda sinfonía es grabación de 1.956 y comanda la orquesta Otto Klemperer, un director al que se le puede aplicar la misma dialéctica brahmsiana.



Esquivo a los caprichos y apasionamientos, Klemperer construye con austeridad y precisión; nada, ninguna afectación o exceso, ha de enturbiar la coherencia del conjunto.
Síntesis sobre síntesis, el Brahms de Klemperer es concentrado y ejemplar.

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Tercera Sinfonía

Y tras la contundencia de Toscanini y la austeridad de Klemperer –y estos adjetivos llevan implícitos múltiples matices, claro está; Brahms "respira" en la sutil grabación que les presento ahora, reciente descubrimiento por mi parte, y que firma el gran Carlo Maria Giulini.

El inmenso talento de Giulini para construir un discurso en continua transpiración sin que el equilibrio sufra alteraciones es admirable.
Esta grabación de 1.962, de belleza nunca gratuita, calma no contemplativa y recreaciones sin asomo de superficialidad, nos regala un Brahms sereno para paladear en cada una de sus frases y motivos.

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Cuarta Sinfonía

Esta cuarta de Karajan data de 1.955. La fecha es interesante pues el maestro ya había dejado la orquesta londinense para tomar las riendas de la Filarmónica de Berlín.
Llena de fuego y pasión, el sonido es bellísimo, y quizá se muestre impetuosa en exceso.

Si la austeridad y cierta rusticidad casan bien con el maestro de Hamburgo, la exhibición de emociones primarias son ajenas a su música, toda revelación ha de mostrarse a través del tamiz pudoroso de su tejido orquestal.
Por lo demás, la ejecución es de una energía arrolladora y contagiosa, para dejarse llevar y disfrutar con el Karajan “primitivo”.

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Bueno, que lo disfruten.
Espero sus comentarios.
Saludos.


Excursus "foroclasiquense".

Y ya puestos en faena les dejo también dos maravillosos ciclos de Lieder, para todos pero también especialmente dedicados. Disfruten de la intensa belleza que guardan en su interior.

Mahler. Kindertotenlieder. Klemperer/Ferrier. Concertgebouw Orchesta.1.951.Live.

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Britten. Les illuminations.Rattle/Bostridge.Berliner Philarmoniker.2.005.

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