jueves, mayo 25, 2006






Una rueda que rueda sin cesar es la del rescate de las doradas veladas del Bayreuth de los cincuenta.
A las ediciones piratas y las reediciones oficiales les sigue de cuando en vez algún inédito olvidado o desaparecido, que se convierte en novedad cincuenta años después.


Es el caso del anillo perdido que Keilberth dirigiera en la colina verde en el verano de 1.955, que Decca grabó usando el recién nacido estéreo, y que Testament ha decidido dar a conocer ahora.
Pues bien, resulta que el primer hito discográfico wagneriano del siglo veintiuno va a ser esta grabación que llevaba cincuenta años enterrada.
Es un caso especial, pues lo que nos permite es recrear una de aquellas veladas en las mejores condiciones de sonido, detalle que para muchos era el lastre que no permitía recomendar sin reservas las múltiples publicaciones de aquellos años -sonido monofónico y, salvo en el caso de las ediciones oficiales, tomado de los archivos radiofónicos.

Sabidos son los motivos que llevaron a John Culshaw a desechar la edición de este anillo, dado que no parecía compatible con la producción en estudio de la magna obra que estaba dispuesto a realizar, y que derivó en la famosa tetralogía que firmó Solti.

Algunos de los aspectos de la difícil y casi experimental grabación del 1.955 son explicados por Peter Andry, y pueden ustedes consultarlo en el amplio dossier que Diverdi ha dedicado a la presentación de su novedad.
La historia y la persona de John Culshaw han enfrentado estos dos anillos, y, aunque no es necesario juzgar el valor de uno por comparación con el otro, les propongo como juego la escucha de algunos fragmentos "enfrentados", para que cada uno saque sus propias conclusiones.

Personalmente, el sonido de la grabación en vivo de 1.955 me parece magnífico. Es cierto que existe un ligero murmullo de fondo -que pasa a ser indiferente tras unos instantes-, también se ha dicho que los metales brillan en exceso, y puede que sea cierto. No tiene la pureza del sonido de estudio, pero tiene, a cambio, una presencia brutal, una naturalidad pasmosa. La suntuosa espacialidad de la acústica del Festpielhaus aparece en toda su dimensión, la acción se nos presenta con vehemencia, con sus bosques, herreros, dragones y pajarillos, el balance entre las voces y la orquesta nada tiene que envidiar al conseguido en estudio; todo se escucha y todo se escucha convenientemente.



Son, evidentemente, dos concepciones de la Tetralogía. La de Solti, más monumental, más majestuosa -pero siempre con el nervio y la rotundidad que definieron al maestro húngaro- y la de Keilberth, viva, excitada, acentuando el drama en cada uno de sus episodios.

A menudo se ha comentado la búsqueda de Wieland Wagner de un director "latino", y se ha considerado a Keilberth como su primer gran hallazgo en este sentido.
A menudo también se ha identificado este estilo buscado por Wieland con tempos rápidos, con ritmos vivos. No creo que esta sea la cuestión principal.


La habilidad de Keilberth no consiste en marcar un ritmo frenético -cosa que también realiza- sino en seguir y potenciar la acción dramática en todo momento. Hacer de su instrumento un objeto ductil con el que expresar en cada momento lo que sucede en escena con fidelidad y acompañar con mimo a las voces.
Keilberth lo hace además con un ritmo trepidante y, lo que es más importante, con una agilidad contagiosa que nos mete de lleno en la acción.

Creo que este anillo favorece especialmente la figura de este director. En las grabaciones monofónicas se potencia la presencia de las voces por encima de la orquesta. En una concepción tan personal como la de un Knappertsbusch el estilo sigue estando presente, aunque nos perdamos los detalles. En una dirección como la Keilberth, tan pegada a la acción, en la que el estilo está en los detalles, nos perdíamos mucho.
Ahora lo escuchamos con claridad, y a la virtud como concertador que nos enseñaba el sonido monofónico se unen sus acentos, su narración, mucho más personal de lo que parecía.
Del anillo de Solti poco hay que añadir a todo lo que se ha dicho de él, es magnífico.
Su gran pero es contar con las mejores voces, pero no ya en su desbordante esplendor, como queda de manifiesto tras escuchar a los protagonistas que repiten en las dos grabaciones.


Bien, vayamos a los fragmentos seleccionados.

Las confesiones de Mime
Les propongo en primer lugar un fragmento del final de la primera escena del primer acto, desde "Einst lag wimmernd ein Weib" hasta el "Halte!... Siegfried! He!" previo a la reflexión de Mime con la que concluye la escena. Quería seleccionar alguna escena de la fragua para mostrar el extraordinario y noble Mime de Paul Kuen, que nos demostró cómo hacer un personaje cínico, mezquino y mentiroso sin caer en la caricatura.

Así escuchamos las confesiones de Mime sobre el origen de Sigfrido, alternadas con su "vieja cantinela", y el primer arranque frenético de Sigfrido, que nos prepara para el frenesí de la forja de Nothung.
Al otro lado tenemos el Mime de Stolze, que construye un nibelungo más quejumbroso pero puede que también más malicioso.
En cuanto a Windgassen, junto a Solti muestra su ímpetu, con Keilberth su poderío y estusiasmo.

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La forja
Quizá sea este el ejemplo que mejor muestra las virtudes del Sigfrido de Keilberth.
Aquí está el fragmento que va desde "Nothung! Nothung! Neidliches Schwert!" -tercera escena del primer acto- hasta el final de la escena y acto.

Un prodigio de fuerza y vitalidad; Windgassen poderoso, la orquesta plena y vigorosa.
A su lado Solti aparece deslucido, apagado, y el Sigfrido "maduro" de Windgassen apasionado pero lejos ya del arrebato que escuchamos en vivo.
Impresionante.

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El lamento de Sigfrido
Seguimos con Windgassen.
Aquí con el fragmento que va desde "Aber-wie sah meine Mutter wohl aus?" -comienzo de la escena segundo del segundo acto- hasta que el arrogante muchacho va a coger su cuerno.
A mi esta escena, completa, me parece perfecta. Todo aparece vivo y presente, todo nos lo muestra la música. Una lección de Keilberth de lirismo expresivo siempre en movimiento y progresión, situándonos en un verdadero bosque.


Fantástico Windgassen, cantando con emoción y sentimiento.

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La llamada del viandante
Les propongo en esta ocasión comenzar con el preludio de la primera escena del tercer acto para seguir con el "Wache, Wala!" hasta el largo silencio que precede a la última intervención del Viandante -ya Wotan- en la escena.
Les incluyo el preludio porque me parece estupendo, Keilberth va alternando con energía los motivos, y nos muestra todo el terror cósmico que encierra la llamada que va a producirse.
Y Hotter aparece contundente y sufriente. ¿Nasalidad? ¿Problemas de respiración? Lo que quieran, pero qué voz.
Erda no parece surgir de grandes profundidades pero ahí está dando la réplica.

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El despertar de la Walkyria
Entramos de lleno en la última escena de la ópera y les propongo dos fragmentos.
El primero desde el audaz descubrimiento de Sigrido "Das ist kein Mann!" hasta el "O Siegfried!" de Brünnhilde; el segundo desde "Ewig war ich, ewig bin ich" hasta el final de la jornada.
Simplemente sobrecogedor el pasaje orquestal previo al "Heil dir, Sonne", e impresionante la entrada de la Varnay tras el largo sueño. Todo se detiene para escuchar a la todavía divina Brünnhilde.


En fin, otro prodigio, con la Varnay luchando por comprender su nueva naturaleza hasta que todo culmina en el "idílico" final.

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Espero que disfruten con el pasatiempo y que les sirva para hacerse una idea de lo que es este Sigfrido.


Por mi parte, me dedico ya a la escucha y disfrute de la Walkyria.

viernes, mayo 12, 2006

¿Cómo detener una rueda que rueda?

Pues eso, que yo también me animo y abro mi propio blog.
Espero poder dejar aquí mis impresiones y crear enlaces que puedan ser de su interés.
Saludos.